La venganza de Karbiná by Ricardo Alcántara

La venganza de Karbiná by Ricardo Alcántara

autor:Ricardo Alcántara [Ricardo Alcántara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: F
editor: SAGA Egmont
publicado: 2023-03-02T00:00:00+00:00


VI

La alegría volvía a poner colores en todos aquellos rostros que habían estado tantos años estáticos y fríos como la piedra.

Fernando los miraba impresionado, sin atreverse a decir palabra para no molestarles. Quería pasar desapercibido. Ellos tenían muchas cosas para decirse, no era necesario entrometerse en aquel momento tan especial.

De pronto uno de ellos se acercó hasta el río para ver su rostro reflejado en el agua. Los demás lo siguieron.

Fernando los observaba, hasta que notó una mano sobre su hombro. Al girarse se encontró, cara a cara, con Rameshi, el rey de aquel pueblo encantado.

El monarca lo cogió de la mano y lo llevó junto a los suyos.

Todos estaban pendientes del forastero.

- Él ha roto el hechizo –les explicó. Todos le ovacionaron con el entusiasmo que solo se le brinda a los héroes.

“¿Qué le habrá pasado a esta gente?”, se preguntaba el joven, costándole creer que todo aquello que sucedía a su alrededor era real.

Poco más tarde, Rameshi le cogió del brazo, invitándole a andar. Lentamente se fueron alejando del resto. Al estar a solas, se sentaron junto al río. El rey tenía muchas cosas que explicarle.

Comenzó diciéndole que ellos eran un pueblo pacífico, vivían en la margen derecha del rio, en la ciudad de Abat-Ran. Llevaban una vida tranquila y eso les hacía felices. Consideraban la guerra una desgracia innecesaria, por lo que evitaban los conflictos con los pueblos vecinos.

Trabajaban la tierra, criaban animales, eran buenos pescadores y así obtenían todo lo necesario para su sustento.

El tiempo que otros pueblos destinaban a enfrentamientos, en conquistar tierras para aumentar los dominios del reino, en construir terribles armas con las que vencer al adversario, ellos preferían emplearlo de otra manera. Disfrutaban más leyendo, estudiando, estaban convencidos de aquella era la vida que querían.

Se aplicaban tanto en sus estudios que habían logrado inventar cosas fantásticas. Aquellos que pasaban por allí quedaban maravillados. Pero, quien se llevaba todas las miradas y todos los aplausos, era Erthayn.

Este hombre sabio había descubierto un líquido verdoso, espeso, con el cual regaba los naranjos cuando estaban en flor. Algo pasaba en el árbol, pues cuando la fruta estaba madura, en vez de ser jugosa y tener buen sabor, se volvía dura y pesada, porque se había vuelto de oro.

El joven escuchaba el relato atentamente y su rostro no podía ser más expresivo.

- Mira, igual que tú se quedaba la gente que pasaba por aquí –le explicó Rameshi.

El rey hizo una pausa, bebió agua del río y, con los labios todavía húmedos, continuó el relato.

En un tono de voz manso, le contó que a partir del descubrimiento la ciudad prosperaba a ojos vista. En el mercado pagaban enormes cantidades de dinero por aquella fruta dorada. La noticia corrió de un lado a otro como si la arrastrara el viento. Todos deseaban verlas con sus propios ojos y buscaban la manera de acudir al mercado.

La desgracia comenzó cuando la noticia llegó a oídos de Karbiná.

Rameshi palideció al recordarla.

- Ven –le pidió el rey- caminemos un poco.

Aunque Fernando estaba



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